Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Más, o menos. Depende de cómo, cuándo y dónde los cuentes.
Contar animales nunca fue fácil. A pesar del a priori escaso glamour académico que acompaña a los «censos de población», siguen siendo un aspecto esencial y muy debatido de la ecología de poblaciones y, por extensión, de la biología de la conservación1. Y es que son muy pocos los casos en los que podremos aseverar con precisión cuantos organismos viven en un determinado territorio.
Recomiendo por tanto desconfiar de aquellos que afirman con rotundidad saber cuantos lobos, cuantos urogallos, o cuantos tritones hay en una zona determinada, especialmente si lo hacen sin haber intentado contarlos. Y esa desconfianza es recomendable tanto ante los que «ven» muchos como ante los que no «ven» ninguno.
En España hay lobos. Si le preguntas a las administraciones, dirán posiblemente que hay muchos, demasiados. Si me preguntas a mi, te diré que no hay suficientes para garantizar un estatus de conservación favorable a largo plazo2. Posiblemente ASCEL, otros interesados en la conservación de la naturaleza, y aquellos con nociones de ecología de poblaciones, opinarán parecido.
¿Y no nos podemos poner de acuerdo?
Vista las políticas de (di) gestión, no parece fácil. No obstante, si debería ser posible acordar cuantos lobos puede haber en un momento dado, sin ir más allá. Para ello no hay más que usar un método de censo sólido, y ejecutarlo correctamente. Y luego exponer los resultados reconociendo la incertidumbre inherente al método; lo que técnicamente se puede llamar «error de muestreo». Así, una forma correcta de enunciar tales resultados podría ir tal qué:
Segun el método Patatín (Mengana y Fulano, Año), estimamos la presencia de 24 lobos en tal espacio protegido en el invierno de 2012; el intervalo de confianza al 95% fue de 6 individuos.
Es decir, que en invierno de 2012 y según el método utilizado, podemos decir que había entre 18 y 30 lobos con un 95% de probabilidad de acertar. Y no es más correcto decir que había 30 que decir que había 18; el valor más probable era 24, pero debe ir acompañado siempre del resto de la información. Es precisamente el valor del error el que indica al receptor de la información cuanta confianza puede depositar en los números presentados.
¿Y como se cuentan los lobos? Pues como otros muchos vertebrados escasos, esquivos, y con áreas de campeo grandes, se cuentan con dificultad. En España las estimas -no es del todo correcto hablar de censos- se hacen contando 1) el número de grupos (recordad que los lobos son animales sociales), 2) estimando el número de individuos por grupo, y 3) multiplicando el número de grupos por el promedio de individuos por grupo.
Dicen los que hacen estas cosas que estimar cuantos grupos hay es posible con un margen de error aceptable, y se ha hecho correctamente en los últimos años. Saber cuantos individuos hay en cada grupo es bastante más difícil. Los lobos no son fáciles de ver (menos mal). Además, el número de individuos por grupo varía con las estaciones: será máximo tras la reproducción (igual multiplicas el número de grupos por 8) y mínimo tras la mortalidad invernal (igual multiplicas por 3). Leo recientemente que en el ultimo conteo nacional había 271 grupos («manadas» me suena poco preciso). ¿Por cuanto multiplicamos?
Por si eso fuera poco, la cohesión de los grupos varía también con la estación; y con el clima, y con la densidad y tipo de presas, y con… 3. Dicho de otra forma, no basta con querer contarlos, decidir un método, y conseguir verlos; deberíamos tener en cuenta si vemos todos los miembros de un grupo, o si en las últimas semanas sus componentes pasan menos tiempo juntos. Incluso dejando estación, clima, densidad de presas y hábitat invariables, todavía tendríamos incertidumbre asociada a las decisiones individuales de los componentes del grupo, a su temperamento y personalidad4.
Hace algunas semanas, supongo que como consecuencia de la bronca derivada de matar lobos en espacios protegidos «porque hay muchos», el Ministerio de turno anunciaba la realización de un «censo nacional» en 2013. Seguro que tienen en cuenta estas cosas; a ver cuantos grupos hay, por cuantos individuos multiplican, y cual es la incertidumbre del método.
Referencias
1- Tellería JL 1986. Manual para el censo de los vertebrados terrestres. Raices. // Caughley G, Sinclair ARE 1994. Wildlife ecology and management. Blackwell Science
2- Traill L, Bradshaw C, Brook B 2007. Minimum viable population size: A meta-analysis of 30 years of published estimates. Biological Conservation 139
3- Mech y Boitani (eds.) 2003. Wolves: behavior, ecology and conservation. Chicago University Press
4- Bolnick et al. 2003. The Ecology of Individuals: incidence and implications of individual specialization. The American Naturalist 161 (1)
PS 2013.01.08 15:25: leo ahora que de hecho el censo de 2013 está cancelado. Parece que se me pasó la noticia. ¿En qué se basará entonces la gestión?
Lo lamentable es que son siempre las mismas cabezas no pensantes las que deciden hacer un año tras otro los mismos conteos para que una vez obtenidos los resultados los ignoren totalmente a la hora de establecer los programas anuales de control. Repulsivo salir al monte a currar duramente (madrugones, frío, pateos…) para que distorsionen la realidad y hagan lo que les de la gana. Afortunadamente no todos pensamos igual.
Así y todo, esos conteos frecuentemente ignorados pueden ser muy útiles a largo plazo, acumulando una buena serie temporal. Son información fundamental aunque determinados responsables decidan no usarlos. Siempre y cuando no desaparezcan, claro.
Si la población se estima por el número de grupos, ¿cómo se estima el número de grupos? Porque supongo que será difícil ver al grupo completo, no así individuos aislados o en parejas. Hablo desde el poco conocimiento del tema. Saludos
Pues idealmente a partir de observaciones repetidas, acumulando individuos, y en territorios más o menos conocidos (por ejemplo a partir de escuchas en época de cría). Y descartando las observaciones de un único individuo.
En cualquier caso, el no contar con identificación individual añade incertidumbre también al conteo de grupos.
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