Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Acumulas conocimiento sobre una especie, o sobre un ecosistema. Poco a poco. Y lo vas liberando, poco a poco. O de golpe, en una irrupción de sabiduría, o de marketing. Y el público receptor decide: es una experta, es un experto. Alguien que sabe. Y ahora, ¿qué?
Ahora viene la tensión. Un cliché habitual en deporte dice que «lo difícil no es llegar sino mantenerse». Con la Naturaleza, lo mismo. Entre otras cosas porque ésta no permite bloquear el conocimiento en modo «experto»; desde la sucesión ecológica, especialmente aparente en el cambio constante aunque a ritmo variable de los productores primarios, hasta la evolución de las especies, pasando por los cambios de distribución de predadores, presas y competidores, la Naturaleza cambia. Nada nuevo, cualquier experto que se precie lo sabe; más aun en estos tiempos de tanto cambio climático.
Por si eso fuera poca dificultad, cogen unos tipos y se ponen a mirar para atrás. Y llega Miguel Clavero y te dice, experto en cangrejo de río autóctono, que tu bicho tiene toda la pinta de ser introducido [1]. Y no parece decirlo en plan experto en introducciones, sino más bien como experto en sorpresas (i.e., investigador). Y deja una puerta abierta (entornada más bien) a que posteriores evidencias, posteriores sorpresas, recoloquen los cangrejos en los ríos ibéricos. Pero lo dice, y lo explica en la Quercus de diciembre.
Paradójicamente, puede ocurrir que los expertos aprendan de un día para otro que «su especie» carece de «papeles».
A mi también me pilla por sorpresa, el cangrejo. Me entero de hecho durante un congreso de mamíferos al que también asiste el polifacético desenmascarador de intrusos. Y al tirar del hilo, veo que no es nueva la historia, y veo también ambigüedad en el relato oficial. Lo que no me pilla tan por sorpresa es la necesidad de basar conservación y restauración en referencias sólidas, no en clichés asumidos con escasa crítica [2]. He intentado destacarlo aquí en otras entradas y contextos. Sean especies, sean paisajes, sea selección de hábitat, o interacciones, ¿qué queremos conservar, recuperar, y por qué? Para definirlo con mayor probabilidad de éxito, con menor probabilidad de conflicto, es buena idea poner en práctica aquello de «mira atrás no sea que falles al marcar el camino adelante» [3].
Y además de pillarme por sorpresa, la historia de los cangrejos me deja con alguna que otra pregunta: si Austropotamobius italicus es alóctono, ¿por qué no hay cangrejos de río nativos en la Península Ibérica? Mucho más fácil preguntarlo en un blog que contestarlo con datos. Pero seguro que alguien se pone a ello, tarde o temprano. Y nos sorprende.
Notas y referencias:
[1] Clavero M. 2013. ¿Y si el cangrejo de río no fuera autóctono? Quercus 334, diciembre 2013.
[2] Willis et al. 2007. How can a knowledge of the past help to conserve the future? Biodiversity conservation and the relevance of long-term ecological studies. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences 362, DOI: 10.1098/rstb.2006.1977
[3] Lovejoy TE. 2007. Paleoecology and the path ahead. Frontiers in Ecology and the Environment 5