Por Mario Quevedo, en Cantabricus
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(Dicen que la frecuencia de publicación es clave en un blog. Este es un desastre.)
Hay una línea de trabajo popular en ecología y biología de la conservación: los servicios de los ecosistemas (abrevio con servicios). Consiste esencialmente en convencer al personal de que los ecosistemas deben ser conservados porque nos son útiles, incluyendo ahí los beneficios intangibles, éticos y estéticos. Un ejemplo clásico es aquel de que sin polinizadores no hay frutas («sin abejas» es sólo la versión comercial). Hay muchos sitios donde profundizar sobre estas cosas; por ejemplo, se puede empezar por el capítulo de Cagan Sekercioglu en Conservation Biology for All.
Entiendo que el concepto surgió para influenciar la política desde los argumentos, desde el conocimiento. Visto así, estupendo. Podría incluso servir para que algún responsable público tirara de él, evitando mostrar incompetencia y falta de sensibilidad en público [1]. Pero no lo oculto, la idea de los servicios me puso nervioso la primera vez que la leí, y me sigue rascando bastante después. Todos tenemos prejuicios, y el mío viene a decir que los ecosistemas no están al servicio de nada. No quiere eso decir que no vea utilidad en los servicios, y desde luego me toca contar a los estudiantes su existencia, con pros y contras. En cualquier caso la idea no es del todo simple, y existen bastantes ejemplos del debate abierto, tanto en la biblio científica (ejemplos aquí y aquí) como fuera de ella (aquí y aquí).
Y es que creo que los servicios pueden salir respondones. Entre otros motivos, porque los ecólogos, por formación, entendemos la oferta, pero no entendemos ni controlamos la demanda (como yo no controlo el lenguaje ni la teoría mercantil). Intentando explicarme sin aburrir mucho, puedo imaginar una escena tal que:
–Ecólogo: «Sociedad, los ecosistemas te sirven, mira mira, no los descalabres.»
–Sociedad: «¡Qué bien, muchas gracias! ¡Qué útil Ecólogo, vamos a incorporarlo a las discusiones!
[pasa el tiempo, y Sociedad digiere e incorpora los conceptos como cree conveniente; eso lo estudia Sociólogo, con el permiso de Economista]
–Sociedad: «Somos innovadores y emprendedores, de excelencia sostenible, y hemos pensado que vamos a poner los ecosistemas a servirnos también para esto, y esto otro.»
–Ecólogo, visiblemente nervioso: «Uy, no, espera, espera, que entonces los servicios serán estropicios, y los ecosistemas dejarán de funcionar porque bla, bla, sobrepesca, referencia, PVA, referencia, individuos, puff, MVP, cifras, comportamiento, referencia, buff, buff, fragmentación, formulota…»
[a diferencia de cuando se inventaron los servicios, pre-digeridos para el objetivo social, Ecólogo profiere ahora un chorro de ciencia no digerida, no solicitada, no sonriente, que se va rápidamente por el desagüe]
–Sociedad: «Vaya, ya está Ecólogo diciendo chorradas desde el sillón. Si hay servicios, hay que usarlos, y quién mejor que Sociedad a pié de obra para juzgarlo. Lo que pasa es que estáis contra el progreso y el bienestar de la humanidad. Qué coñazo Ecólogo; no lo llamamos más a nuestras discusiones, que somos gentes de acción».
–Ecólogo: «Sociedad es anti-ciencia, sólo le interesa la pasta«
[aumenta la distancia y la desconfianza entre Sociedad y Ecólogo. Mamá y Papá, a la vista del follón, le piden a Hija que se deje flores y sifonóforos, y estudie algo útil; osea, que se vaya al servicio]
Volviendo al título de la entrada, los de Gijón no necesitamos muchas explicaciones. Otros podrían interpretar que «ver la ballena» es un ejemplo de servicio del ecosistema. Por esa línea me acordaba estos días de los servicios, pensando en el turismo de observación de fauna en España.

Enlazo al sitio donde encontré esta foto clásica del rorcual de Gijón (1895), pero desconozco su autor y derechos de uso. Si alguien considera que no está en el dominio público, agradecería la información.
Y si la cosa se pone difícil, como de costumbre, meteremos a los lobos en medio. Resumiendo, los bichos muerden, y son molestos para algunos sectores de la sociedad. Otros sectores piensan que tienen mucho atractivo, y que atrayendo al público (a Sociedad) se podrá cambiar la marea de odio y disparos que moja la especie. Simpatizo con la idea, con el servicio, y seguro que estoy mucho más cerca de los proponentes de la misma que de biófobos y cómplices.
Mis dudas – y desconfío de los que nunca dudan – surgen acerca de si la forma de compartir los lobos (o las águilas, o las ballenas) es compatible con el bienestar de los bichos. Se ofertan observaciones, se genera actividad económica y, dice el argumento, se relajará así la agresividad del sector que pide tiros. Por tanto nadie perdería. Las personas ganan economía, y los lobos ganan años de vida. Y dudo por un lado porque no es tan simple, y para ello os redirijo a los argumentos de la Asociación para la Conservación y el Estudio del Lobo Ibérico, ASCEL [2].
Más allá de los argumentos de ASCEL, centrados en el posible incremento de la mortalidad, aclarar lo que apuntaba antes: no controlamos la demanda. Podemos ofertar, por ejemplo, lobos en determinadas condiciones, como un servicio. Pero no sabemos lo que Sociedad va a demandar una vez descubierto el servicio ofertado. ¿Será suficiente con dar una vuelta por los cerros de la Cordillera, con un buen guía que interprete la natura en territorio lobero, y quizás viendo u oyendo algún lobo? ¿O una vez ofertados habrá que verlos seguro? ¿Habrá que verlos aquí mejor que allí, o fotografiarlos más cerca, toda vez que existe competencia en la actividad económica y en la información manejada?
Y no tengo del todo claro que realmente controlemos la oferta. Como proponen los servicios, la idea es obtener conservación tras generar actividad económica. Sin embargo me choca que el auge del turismo de observación de especies emblemáticas – osos, lobos, urogallos, pon la que quieras – repunte precisamente cuando la llamada crisis económica irrumpe en el panorama. Cuando las administraciones públicas desmontan sus departamentos de medio ambiente, y retiran las ya de por sí tristes inversiones en seguimiento de fauna y flora. Repuntan, al menos en parte, cuando un sector de la sociedad deja de tener el trabajo que tenía antes, y que debería seguir teniendo porque la necesidad de conocer para gestionar no ha cambiado.
Pienso por tanto que la oferta surge de la necesidad económica, y los servicios poco meditados son el vestido, la idea ad hoc que hace más confortable la oferta. Puede ocurrir también que simplemente dude demasiado, y me tenga que ir a ver la ballena.
[1] Ya sé que la crítica en este país no sirve tanto para discutir como para que te preparen la represalia. Nada, a ponerle música, «I got a song to sing, it keeps me out of the cold…»
[2] Sin trucos: soy uno de los redactores de esa postura, es normal que la comparta.
Estimado Mario,
Magnífica entrada. Voy a darte un punto de vista personal (siendo colega jubilado de profesión y aprovechando la libertad de este medio) acerca de alguna de las dudas que tienes respecto al ecoturismo de observación. Creo yo que el problema es más bien un problema humano. Noto que consideras como especies más sensibles osos, lobos y urogallos (emblemáticos de la Cantábrica y atractivos para cualquiera, tanto científicos, como cualquier persona aficionada a la Natura). Me llama profundamente la atención (acabo de llegar a España tras una vida profesional en el extranjero) el enorme problema ético-científico que parece haber en este país respecto a la observación, de osos, lobos y urogallos. Me llama la atención que sea únicamente sobre estos grandes carnívoros, y más aún, que sea en un país totalmente antropizado como España. ¿Por qué nadie puso en duda la observación de aves (por ejemplo con aquellas especies catalogadas como amenazadas: colirrojo real, alondra ricotí, etc…)? ¿Por qué nadie ha puesto en duda el posible efecto de las observaciones de lobo por parte de los aficionados que llevan décadas yendo por su cuenta? ¿Por qué nadie ha puesto en duda el efecto de las observaciones de oso y lobo enfocadas a la investigación? ¿Por qué nadie se rasga las vestiduras pidiendo que se evalúen estos efectos? ¿El fin justifica los medios? ¿Somos todos iguales ante la ley, tenemos derecho a transitar libremente por todo el territorio nacional? ¿Aquellos que ponen en duda, por ejemplo, las posibles afecciones negativas de la observación de lobos, han sido alguna vez ecoturistas? ¿Quién no ha ido a observar, o al menos a intentarlo, un oso en la Cantábrica? ¿Aquellos que critican la observación de grandes carnívoros por parte de empresas de ecoturismo hacen observaciones por su cuenta (sin pagar)? ¿Por qué no se exponen casos reales en los que el ecoturismo está potencialmente vinculado a la conservación (se me ocurre el tiburón martillo en Costa Rica)? ¿Por qué un profesor de Ecología, como eres tú, no cuenta a sus alumnos que el ecoturismo crece a un ritmo imparable en todo el Mundo? ¿Por qué nadie cita artículos de Journal of Ecoturism? ¿Por qué nadie ha pedido que se valore la manera en la que influye en la psique humana la observación de estas especies en su medio? Mi anticuado y ya nada romántico punto de vista, me lleva a pensar que todas las respuestas a estas dudas son las siguientes: el problema ha surgido porque ahora hay transacciones económicas para poder observar osos, lobos o urogallos, lo cual da acceso a cualquiera que pueda y quiera permitírselo, a observar especies que antes estaban reservadas a grandes aficionados e investigadores. En mis años mozos, estas especies estaban al alcance de las pocas personas que hacían infinitas horas campo, y ahora parece que con un exceso de celo, se busca que sólo algunos puedan disfrutar de su observación (postura egoísta, cobarde y que limita libertades). El miedo que tanto hace dudar hacia una posible masificación de la cordillera Cantábrica, es una cuestión de fe que por tanto no entro siquiera a valorar y que corre un tremendo riesgo: juzgar quien sí y quién no, prohibir y por tanto, anular libertades. Este país ya ha sufrido una dictadura durante muchos años, no revivamos posturas dictatoriales. Hasta la fecha asumimos que todos somos iguales y disfrutamos de los mismos derechos en un estado de derecho. Te doy la enhorabuena por el blog, pero aprovecho para pedirte que prepares a tus alumnos para asumir el ecoturismo como una de las grandes alternativas laborales que les esperan en todo el mundo, igual de digna que puede ser tu empleo en la Universidad de Oviedo. Les haces un flaco favor colocando el ecoturismo como un trabajo degradado para l@s biólog@s consecuencia de la actual coyuntura económica. Me molesta que des a entender que el ecoturismo como alternativa laboral está por debajo de la labor investigadora de l@s biólog@s. Tu función como profesor es educar la imaginación de tus alumnos para que puedan tomar sus decisiones libres, y creo que en este aspecto (con tus dudas) les haces ver la versión que te interesa. Esto no es la objetividad esperable de un docente universitario. Si queremos poner en duda los posibles efectos del ecoturismo de observación de especies emblemáticas, contemos también en nuestros blogs que es un uso no consuntivo, que son especies (el oso y el lobo) con gran capacidad de adaptación incluso a medios altamente humanizados (puedes poner los ejemplos de Galicia, India, Irán o de los osos polares). Y finalmente te recomiendo (las canas me permiten tutearte y recomendar) la lectura de un libro de un filósofo vinculado a Oviedo, tu ciudad: Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas, Gustavo Bueno, ya que creo que tu forma de abordar el asunto de observación de algunas especies requiere más de un filósofo que de un sociólogo. Para finalizar aprovecho a hacer un alegato de Voltaire a favor de l@s biólog@s y demás profesionales del medio natural, para que entre todos comencemos a salir del pozo empezando por dejar de cavar: La vida es el acuerdo al que llegamos entre lo que el ego desea hacer, lo que la experiencia nos dice que hagamos y lo que los nervios nos permiten hacer. Siendo ya un viejo biólogo, quiero animar y decir a los más jóvenes que hace 35 años nuestras alternativas laborales no eran más fáciles de lo que lo son ahora y las dificultades eran las mismas.
PD: presento esta opinión personal en forma anónima y sin bibliografía para influir lo menos posible en quie la lea. Estimado Mario, discrepo contigo en este asunto (muy mucho en que consideres a los ecólogos como a parte de la sociedad, somos parte indisoluble de ella pero debemos hacernos escuchar ante la opinión pública para que esta cambie) pero ansío seguir leyendo tus opiniones acerca de cualquiera de los asuntos que tratas en tu blog.
Muchas gracias por el largo comentario. Y agradezco la crítica, no tanto por totalmente acertada (ahora paso a eso) como porque me aporta la visión del lector.
Continuo con el tuteo, más que nada porque estoy más cómodo. Me defiendo esencialmente criticando por mi parte tus asunciones: ni por un momento disocio ecólogos de la sociedad; era sólo una escena por didáctica, teniendo en cuenta el papel profesional que se nos reclama, a la hora de consultarnos, por ejemplo, dinámica de poblaciones.
Me preocupa también la percepción, sin duda derivada de mi tono en la entrada, de que percibo el ecoturismo como una mala ocupación. Nada más lejos de mi intención; es una actividad que me planteé como alternativa a la academia, no hace ni 5 años. Me pilla además cerca la actividad; no escribo desde la postura de alguien que no conoce ni el mundo ni gente que se dedique a él. Es posible que mis palabras molesten a gente que aprecio, en cuyo caso sólo espero que me aporten su opinión, para modificar la mía si es preciso.
Por favor, no asumas que trasmito tristeza o sesgos a mis alumnos – esencialmente es lo peor que se me puede decir en el ámbito profesional. No me puedo defender, quién soy yo para opinar sobre mi actividad docente; lo mejor sería que ellos opinen al respecto de lo que transmito o no (a ver si se animan). Entre otras cosas, tener un blog sirve para decir lo que uno no dice en clase, donde hay que dejar las opiniones personales un poco más al margen (o bien etiquetarlas claramente como tales). No es el blog de hecho sólo para alumnos.
Por lo demás, no creo que el ruido ecoturista actual pase por las transacciones económicas; a mí personalmente no me molestan en absoluto. Y desde luego no son nuevas; hace mucho que existen profesionales del ecoturismo por estos lares (menos, eso sí). En mi caso lo que me preocupa es el incremento desordenado y sin regulación (que no significa prohibición) sobre especies sometidas además a furtivismo y control letal. Y me rasca un poco también que la actividad económica no se vista púramente de lo que es, y se venda como herramienta de conservación. Unas veces lo será, otras no, dependiendo de la actividad y del modo de llevarla a cabo.
En cuanto a poner en duda las observaciones de fauna con fines investigadores, resulta que ocurre de continuo. Las administraciones – en la Cordillera al menos – deniegan o limitan severamente el acceso de investigadores a las «especies emblemáticas». Y hablo en primera persona, y con prueba documental.
Gracias de nuevo.
Desde mi punto de vista, las preocupaciones que expresa Mario en la entrada son totalmente legítimas y comparto la preocupación de una masificación incontrolada de determinadas áreas de Asturies que afecten a la biología de algunos bichos.
Dentro de todos ellos es injusto hacer algunas de las analogías que se hacen. Cada especie de bichos tiene sus características propias y no a todas les afecta igual una posible masificación. De igual modo, las características propias de cada región que se comparan en esta improvisada discusión son muy diferentes.
Osos y lobos tienen una gran capacidad de adaptación a ambientes humanizados, pero la cuestión es ¿Tenemos los humanos gran capacidad de adaptación a ambientes ocupados por grandes depredadores como ellos? La experiencia en Asturies dice que no, que estamos ejerciendo presiones sobre sus poblaciones que les están afectando sobremanera -a ellos y a nosotros-.
De todos modos, siendo ya ex-alumno de Mario (oficialmente, pues aún me considero alumno, ya que me queda mucho que aprender) me permito disentir en alguno de los planteamientos y preocupaciones del blog. Concretamente en el desarrollo de la escena hipotética que plantea:
Tal y como yo lo entiendo, el concepto de servicio ecosistémico no es más que una estrategia de comunicación desarrollada para salvar la brecha entre científicos y resto de la sociedad. Un estrategia acertada, pero no podemos quedarnos solo ahí, debemos desarrollar nuevas estrategias para continuar con la comunicación en escenas hipotéticas como las planteadas. No podemos pasar de algo tan didáctico como son los servicios a algo tan técnico (Ya discutimos sobre ello en una mesa redonda).
El turismo de naturaleza puede ser una herramienta pedagógica más, siempre que se realice dentro de un marco bien elaborado. Ello no supone restar ninguna libertad, volver a tiempos de dictadura o elitizar el disfrute de la naturaliza pristina (De hecho, nuestros objetivos deberían ser los contrarios). Sin embargo debe realizarse con un amplio conocimiento de causa (¡Esto es valorar el trabajo de los y las biólogas que se dediquen a ello!), y para ello es necesario un marco legal robusto con mecanismos para que se cumpla.
El problema viene dado porque quienes tienen la responsabilidad de realizar esos marcos actualmente son unos sinvergüenzas que ceden ante determinados Lobbys los límites de esos marcos (Leía el otro día que el Corte Inglés será quien gestione la mayor parte del turismo de Naturaleza en la Sierra de la Culebra) fijándolos donde sea necesario para que el balance de beneficios que repercuta la actividad sea el máximo rendimiento económico para estas grandes empresas.
De hecho, entrando en un debate más profundo deberíamos plantearnos si es ético que una macroempresa como el Corte Inglés pueda explotar estos recursos o si no deben ser las personas de los alrededores quienes desarrollen estas espectativas de cara a que vivan de ellas y no de otras actividades que puedan ser más agresivas y menos compatibles con lugares de especial interés como pueden ser la Cordillera Cantábrica o la propia Sierra de la Culebra, pero ese debate lo dejamos para otro día.
Un saludo,
Pata
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