Parques, nutrias, y gansos

Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Tiempo estimado de lectura: 8 min

Hace meses que al norte del norte asistimos a una situación difícil de calificar. Paradójica, quizás: parece ser que las nutrias han vuelto a ocupar un tramo costero de río, lo que tienden a hacer cuando hay peces y no las matas. Pero la recolonización no se queda ahí, en la buena noticia de la restauración ecológica. Hay problemas, y bronca, faltaría más. Sirva de ejemplo el último suceso periodístico que se me cruza, que titula:

Las nutrias devoran a uno de los tres últimos cisnes negros del parque de Isabel la Católica de Gijón

Lo publica el diario El Comercio, de Gijón¹, medio de considerable historia y arraigo; se solía decir Vicedecano de la Prensa Española. Pero el arraigo per se no impide declive; al menos en materia de naturaleza, las coberturas suelen ser malas, por sesgadas. Sin ir más lejos, el título de la noticia choca directamente con parte del texto:

Unos depredadores que además parecen apreciar poco la dieta de pluma, porque una vez que acaban con sus presas sólo comen parte de las pechugas y de las zonas blandas del cuello. El resto de la pieza la desaprovechan.

Se diría que el cronista no come pollo, sino que lo devora, comiéndose incluso las patas y el pico. Seguro que por estas fechas come también ramas de castaño, y rabos de manzana. Pero no quería tocar demasiado el sesgo en la noticia en esta entrada. Entiendo que el autor prefiera las colecciones zoológicas, pero no debe vender opinión como periodismo. Esas manipulaciones, en ese medio y otros, las discutía en otras entradas. Las repasa muy bien además el vecino Naturaleza Cantábrica.

Prefiero darle unas vueltas a otros aspectos de la crisis de las nutrias, aunque sólo sea como otras veces para ordenarme las ideas. La mayoría de las crisis, además de poner de manifiesto problemas, indican que algo ha dejado de funcionar. Abren por tanto la puerta a nuevos escenarios. Antes de contar el que se me ocurre, la bronca:

Los sucesos tienen lugar en el parque Isabel la Católica de Gijón, reciento importante en la ciudad. Y buena parte del problema afecta a un clásico entre los locales: dar de comer a los patos. Ya sé que dar de comer a patos no es una necesidad primaria humana; tampoco lo es la bronca. También sé que está prohibido…

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Interacción cauquén real (Chloephaga poliocephala) – gusanito mediada por niña, sólo posible en colecciones zoológicas. Los cauquenes son aves nativas de sudamerica.

El citado parque está situado a orillas del Cantábrico, y limita al norte con el río Piles, esencialmente el río de Gijón, que lleva mucha menos basura orgánica de la que llevaba hace 30 años. Y hay dos charcas en el parque, donde uno puede ver zooplancton de agua dulce sin necesidad de lupa, y sin perder de vista el vermú o el café con hielo. Donde uno y otro pueden ver animales salvajes: garcetas, azulones, cormoranes, porrones y gaviotas de varias especies, sobre todo en otoño e invierno cuando usan el parque de parada y fonda. Y ratas (aguarones que decimos aquí).

También se pueden ver, esta vez enjaulados, emús y varias especies de loros, periquitos y fringílidos.

No tengo claro que las jaulas del Isabel La Católica sean especialmente conductivas a las adaptaciones de los emús (aves nativas de Oceanía).

Y no pocas especies de aves exóticas campaban a sus anchas por los estanques y alrededores. Eso sí, alicortadas. Entiendo que es precisamente a este último sector al que se refieren con lo de colección zoológica del parque de Isabel la Católica de Gijón. De muestra, un nene:

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Nene (Branta sandvicensis) en el parque de Gijón. La especie es nativa de Hawaii.

La calma de esa mezcla de bicherio y gusanitos se ve alterada porque alguna nutria frecuenta la desembocadura del Piles en el Cantábrico. Y parece ser que esas nutrias se comen patos del parque (aquí es donde echo en falta información objetiva). Y se prepara una de esas broncas que tanto le gustan a parte de la prensa: la salvajina se nos come, parecen gritar. A ver, es de entender que no guste contemplar predación. Al fin y al cabo, ya no solemos matar nosotros mismos las vacas, cerdos y pollos que nos comemos. Ni nos ocupamos de las babosas que nos discuten fresas y lechugas.

Y es de entender también que la colección zoológica alicortada da mucho juego. Ya me dirás sino a qué fin iban los gansos a soportar que mi hijo – y el tuyo – se lo monten de aquí mando yo. Posiblemente también pasear por el Isabel la Católica entre pintadas africanas transmite una cierta sensación de conexión con la natura, sin abandonar la posibilidad de los columpios, o del zumito.

7474530058_829c91fc69_mHasta ahí, el escenario. Eso sí, antes de desenrollar mi rollo, una aclaración: en ningún caso me parece trivial ni decente lo que está ocurriendo desde hace meses. Los individuos de esas especies exóticas se merecen todo el respeto, como seres vivos que no pidieron formar parte de colección alguna. Los responsables de alicortarlas deben hacer todo lo posible para que esos gansos no paguen el pato de las aficiones coleccionistas de terceros o cuartos. Deben hacer lo posible sabiendo que las nutrias son elementos nativos y escasos en los ecosistemas cantábricos. Es decir: proteja usted sus patos.

Ahora bien, más a medio plazo, ¿qué tipo de parque queremos tener, en Gijón en particular, en las ciudades del S. XXI en general? ¿Seguimos con el viejo escenario, coleccionista, un punto colonial, o abrimos nuevos escenarios? Con el conocimiento ecológico adquirido a estas alturas, y sabiendo que probablemente veremos cambios físicos y biológicos incluso en nuestros entornos más familiares, me parece aconsejable apostar por un modelo más resiliente.

Ugh. Jerga.

Resiliencia, capacidad de un sistema para seguir funcionando como tal frente a las perturbaciones. ¿Cuanto fuego puede soportar un bosque de robles, y seguir funcionando como bosque de robles? ¿Qué tormentas puede soportar Gijón mientras mantiene sus servicios? ¿Que aspectos favorecen esa resiliencia en un sistema u otro?

Así, un parque que tienda a restaurar un trocito del ecosistema local, poco o nada dependiente del coleccionismo, de especies exóticas, de impedir la predación y la competencia, será un parque menos necesitado de intervención. Es probable además que fuera un parque con mejores olores, al menos en verano. Porque los cisnes además de bonitos son grandes, y defecan proporcionalmente a su tamaño y dieta fibrosa, all bran. Y dado que sus alicortes les dejan en el sitio, defecan in situ. Es probable además que ese parque hipotético no tuviese tales concentraciones de aves herbívoras, y que por tanto hubiera mas cantidad y mayor diversidad de plantas. Eso quiere decir también flores, los órganos reproductores de esas plantas, tan apreciados por nuestra especie.

Y sería como apuntaba antes más resiliente. Un ejemplo: al contar con especies locales, tanto como las nutrias, o los cárabos, contaría también con las adaptaciones pertinentes. Y la aparición temporal o permanente de un predador no tendría por qué cambiar el funcionamiento del parque. No requeriría, como ocurre a día de hoy, rodear una charca de valla metálica, arruinando el funcionamiento parque. No dependería tampoco de los caprichos del mundo de la cría, comercio y transporte de especies exóticas, responsable de múltiples introducciones de especies invasoras y patógenos, y consiguientes mortandades y extinciones.

No obstante, en ese escenario alternativo, es seguro que ni tú ni yo veríamos tantos animales, ni tan fácil. No le podríamos dar gusanitos a los cauquenes, ni a los patos silbadores, ni perseguir a las pintadas entre las sebes. Y para ver cisnes negros, recurriríamos a los documentales, o a Australia.

Pienso que ese último aspecto sería también positivo, porque no engaña. No trasmite a los usuarios una falsa sensación de naturaleza propietaria, simple, estática. Los espacios verdes en las ciudades pueden cumplir una función educativa importante, acercando la naturaleza a los urbanitas, esos que pagan impuestos para que los gestores la conserven (ay…). Y en ese sentido, las especies locales son tan fascinantes como las exóticas.

En cualquier caso, sí coincido en una cosa con el firmante del texto de El Comercio: los cisnes negros son aves majestuosas. Sobre todo cuando vuelan.


Notas y referencias:
[1] estoy acostumbrado a oír aquello de que para opinar sobre la ecología o la gestión de un problema ambiental debes ser local. Algo así como si los habitantes de Oviedo tuvieran más derecho que los de zonas rurales a opinar sobre el Hospital Universitario Central de Asturias. En cualquier caso, incluso asumiendo esa falacia, puedo opinar en este caso: soy de Gijón, y uso a menudo el parque problemático.

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