¿De qué se alegran los conservacionistas?

Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Tiempo estimado de lectura: 5 min

Leo hace poco que «conservacionistas» han alcanzado un «acuerdo histórico» con otros sectores (por construcción, menos conservacionistas) acerca de la «gestión» del lobo en Cantabria.

Al leer el contenido de la noticia, pensé que si eso es ser conservacionista, me apeo.

Bien está que privados se reunan y acuerden lo que les venga en gana con otros privados. Más concretamente, si sectores económicos de uno u otro tipo buscan facilidades para explotar el medio natural, y se ponen de acuerdo en algo con los que buscan conservarlo, estupendo. Así podría funcionar esto de la política. De hecho, leyendo la noticia, diría que los sectores extractivos tienen motivos de sobra para celebrar: obtienen desde el principio controles de población.

Lo que no veo es por qué alguien que se diga conservacionista debería estar contento con el contenido de la noticia. No me entusiasma tampoco que los participantes decidan que representan a otros conservacionistas, porque ni lo hacen ni demuestran serlo (me explico debajo). Es verdad que existe la posibilidad de que la noticia sea un desastre; no obstante, leyendo lo que dice en su propia web uno de los entes participantes (FOP), no parece que la prensa vaya desencaminada. Desconozco la versión de otros participantes, enlazo la primera que me he encontrado en Internet.

Hasta ahí los participantes en la alegría original. Mas allá de mi comprensión, mucho más, estaría comprobar que representantes del mundo ecologista canten las alabanzas del consenso.

Buscando explicaciones a la alegría, por formación profesional, se me ocurre que 1) tienen todos ellos información que yo no tengo, 2) no han leído el mismo texto, 0 3) no han procesado lo que han leído.

La opción 1) no la puedo valorar. Y, sin embargo, me parece la más razonable.

La 2) y 3) las repaso juntas, de modo preventivo, porque igual resulta que falta un dossier secreto hasta ahora (i.e., opción 1); ya se sabe que suelen terminar aflorando:

  • La noticia dice esencialmente que alcanzan un consenso para controlar la población de lobos. Eso en español quiere decir matarlos para que haya menos. Buscando un poco de jerga, por que sí, quiere decir provocar a tiros que la fracción de lobos ibéricos que pasa por Cantabria sufra la mortalidad aditiva que sufren también otros grandes predadores, cazados para que sean menos o para que otros se crean más. Pero no hay detalles; no sabemos cuántos acuerdan matar – perdón, controlar – ni dónde. Así y todo, parece que algunos ecologístas y conservacionistas se alegran del consenso, los detalles no importan.
  • La noticia no dice desde cuando es buena idea «controlar» poblaciones de lobos para reducir predación sobre animales domésticos no defendidos [1]. No dice nada de que el consenso haya discutido la desestructuración de grupos, no dice nada de la infamia que supone matar animales al azar bajo el palio de la conservación [2]. No llega siquiera a plantear la disyuntiva entre control de poblaciones y de individuos. Así y todo, alegría conservacionista.
  • No dice nada de por qué hay que matar lobos en Cantabria. Y en biología de la conservación los porqués son importantes: ¿cuál es el diagnostico ante el que se plantea esa gestión? Y si no hay diagnóstico, ¿por qué hay un planteamiento de gestión?
  • No explica si la predación de los lobos sobre animales domésticos se produce tras tomar medidas preventivas. No dice tampoco si esa predación supone un porcentaje alto comparado con la mortalidad propia del ganado extensivo. No dice qué pérdidas suponen los lobos respecto a las que suponen, por ejemplo, la competencia en la producción de carne con los productores intensivos de otras regiones españolas, a los que tal o cual cadena de supermercados compra miles de canales. No dice tampoco cuanto más daño hacen los lobos que la competencia con tal o cual productor industrial de derivados lacteos. No dice nada de perseguir modelos de mercado que mejoren la rentabilidad de la producción. No dice nada de cuanto dinero llega a Cantabria – y va a llegar – en concepto de ayudas agro-ambientales de la Política Agraria Comunitaria u otros programas. No dice nada, se alegran.

Igual resulta que en conservación no hace ya falta ecología: saber cuantos animales hay, y dónde; si la población crece, decrece, o todo lo contrario. Qué comen; dónde y por qué mueren. Igual resulta que se puede gestionar fauna sin hacer números, sin plantear escenarios, sin diagnosticar. Sólo hace falta consenso [3].

Casi prefiero, ya puestos, imaginarme una noticia surrealista en lugar de la actual, hiperrealista. Una noticia que leyera: «las entidades alcanzan un consenso acerca del clásico The Grass is Blue en voz de Dolly Parton, y concluyen que efectivamente los cisnes odian el agua y las  águilas no saben volar».

[1] Por citar sólo lo más reciente en revistas científicas, esas que guían la disciplina: Wielgus RB and Peebles KA. 2014. Effects of Wolf Mortality on Livestock Depredations. PLoS ONE 9: e113505
[2] Más argumentación y más referencias, en español, aquí.
[3] «…el consenso es una idea sobrevalorada en sociedades democráticas, por su natural tendencia a prescindir de la potencial brillantez de ideas excéntricas, y de primar a los más voceras o mejores negociadores – no necesariamente las mejores ideas» (servidor, hace ya una temporada).

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