Estos días es noticia la penúltima ocurrencia de un gobierno central español acerca de modelos educativos. Me refiero al «decreto 3+2» de enseñanza universitaria, encaminado a reducir los grados (o como pasen a llamarse) de 4 años a 3, ampliando los másteres de 1 a 2.
Esa propuesta genera mucho – y a mi juicio justificado – rechazo por que encarecerá para el alumnado el coste de la educación superior. Enlazo a una de las múltiples noticias al respecto en prensa.
No obstante, hay otras razones para no apreciar la nueva propuesta. Aquí va la mía: la educación en general, la universitaria en particular, requiere tiempo.
Tiempo para estudiar, es la conexión más obvia. No, no me refiero a ese, sino al necesario para pensar qué se quiere ser de mayor, y cómo se quiere alcanzar esa meta. Tiempo para decidir que asignaturas le interesan más a uno, independientemente de la fortuna en la asignación de profesorado. Tiempo para pensar y discutir y, en algunos casos, para perder o ganar en «asuntos colaterales». Asuntos colaterales que deben formar parte de un periodo formativo intenso y diverso, en el que chicas y chicos muy jóvenes acceden a nuevas ideas y visiones, o bien deciden que las originales sirven tras contrastar. Más debajo.
Llegados a este punto salen las voces que dirán que la cosa no está para fiestas, y que la universidad debe preparar para el mercado laboral. Incluso que el mercado laboral dicta qué se debe estudiar. No seré yo el que disocie universidad con formación para una profesión, ni el que cuestione la necesidad de ganarse la vida; pero sí disocio la prisa de la formación, y de la vida. Y si los estudiantes necesitan apoyo económico para tomarse ese tiempo, ey, usad mis impuestos. Preguntaría además qué han estudiado los mercados para estar capacitados en gestión educativa. Quén les ha elegido libremente para esa función.
En cualquier caso, decía que más tiempo. Sí, porque mi impresión como alumno primero y como profesor ahora es que tras tres años de paso por la universidad no tendremos personas formadas, sólo tituladas (siempre hay excepciones; por eso se llaman así). Y los títulos per se sirven para poco; y hay muchos.
Entra aquí una de las líneas argumentales del 3+2: la convergencia con «modelos dominantes» en Europa. Voy a aceptar transitoriamente la premisa de que efectivamente ese modelo domina en algún sitio. ¿Qué demuestra eso? Sin ir más lejos, un alumno que dedique suficiente tiempo a su formación en Biología podrá saber que la dominancia en un sistema no implica en absoluto capacidad de dominancia en otro sistema distinto. Sabrá además que la dominancia en el tiempo t no necesariamente implica mejor adaptación al ambiente en ese tiempo t, ni en el t+1, sino que en todo caso responde al ajuste a condiciones anteriores.
Dicho de otro modo, para poder comparar un modelo 3+2 que -presuntamente – funcione en otros países, necesitaríamos comparar todo el sistema educativo, desde infantil a universidad, para entender como llega el alumnado a ese penúltimo paso educativo. Lo contrario sería algo así como poner un zapato del 45 en un pie del 41 (sin que los números impliquen jerarquía).
Menos ocurrencias. Menos batallas. Más cabeza. Menos gónadas.

Napoleón contemplando la Gran Esfinge, semienterrada por las arenas del desierto. Óleo de Jean-Léon Gérôme (1867-1868).