Los osos que no vemos

Mario Quevedo, en Cantabricus

Es posible leer estos días que Asturias apuesta por el turismo de observación de osos, al parecer como vía de desarrollo rural. Y parece que la idea cuaja también en Cantabria.

Al menos en mi entorno profesional, esto del “turismo de observación de animales” no es un asunto nuevo; se practica y discute desde el ejemplo más típico de los grandes felinos en África hasta las ballenas, allí donde estas son particularmente visibles. A continuación apunto algunos aspectos que la biología puede aportar a la hora de tomar decisiones. Habrá otros puntos de vista, de los que se ocuparán otros profesionales; en cualquier caso, me parece importante aclarar que las disciplinas científicas ofrecen un lenguaje común y un método robusto de verificación de alternativas. No ofrecen ni pretenden ser una tabla de mandamientos.

El turismo de observación de animales plantea problemas biológicos. Los podemos percibir considerando que los animales en cuestión no participan en la decisión de ser observados, ni en la localización ni comportamiento de las personas que los observan. Si esto nos parece obvio, mejor; seremos ya conscientes de que los destinatarios de la atención pueden haber decidido estar en otra parte, pasar por otro sitio, o reaccionar a su manera ante el intento de observación. Entiendo que por eso el ministerio con competencias en la materia
recomienda buenas prácticas para la observación de osos, lobos y linces.

Concretando un poco más, los osos en la Cordillera Cantábrica son una población amenazada. Una estima reciente con métodos contrastables situó la población en unos 225 individuos entre la subpoblación occidental, más robusta, y la oriental. Esos números tienen ya unos años, y podría haber algún oso más, especialmente en la subpoblación occidental. Pero en animales con un tiempo de generación¹ largo como los osos, la posible diferencia no será razón para discutir. El mismo estudio indica unos 50 osos como población efectiva, concepto referido sólo a los que contribuyen al flujo genético². Ni hay muchos, ni son efectivamente muchos, según los criterios estándar para determinar estatus de conservación. Por eso el oso es junto con el urogallo una de las especies en peligro de extinción en Asturias, y cuenta con un plan de recuperación³.

Osos que no ves

Osos que no ves

Las listas rojas y los planes de recuperación reflejan que las poblaciones pequeñas tienen mayor probabilidad de extinción, tanto porque siendo pocos la mala suerte sienta peor, como porque su menor variabilidad genética resta herramientas frente a posibles cambios ambientales (clima, enfermedades, etc.). Es con esas poblaciones pequeñas con las que no nos permitimos lujos; buscamos reducir al máximo el riesgo de mortalidad, e intentamos no dificultar su reproducción.

¿Cómo encajan estas premisas con un planteamiento de explotación turística? La respuesta corta: depende, habría que evaluarlo. Una moderadamente más larga incluiría el principio de precaución propio de la biología de la conservación. Incluiría la necesidad de que los osos no sean conscientes de la actividad, para no alterar su comportamiento y así minimizar el riesgo de mortalidad. Incluiría por tanto que los osos no tengan que cambiar de lugar de alimentación, con el coste energético que supone buscar otro sitio; y que las hembras con crías no sientan la necesidad de desplazarse a otras zonas, aumentando el riesgo de mortalidad de las crías por accidentes o encuentros con machos no emparentados. E incluiría también reducir la probabilidad de conflictos directos entre osos y humanos, desaconsejables para ambos. Este último aspecto está relacionado a su vez con la “habituación”, término referido a animales que dejan de percibir un riesgo en la presencia del hombre, o incluso la asocian con fuentes de alimento. O lo que es lo mismo, los osos se meten en problemas, aumentando el riesgo de mortalidad.

Y esos ejemplos de aspectos a tener en cuenta afectan, también, a todos los osos que no vemos; aquellos que no estamos intentando observar, y que pueden estar usando el territorio desde el que se plantea la actividad.

Hasta aquí la biología. Termino con una reflexión: al parecer, algunos agentes sociales y administraciones públicas plantean que los osos sean motor del llamado desarrollo rural. Teniendo en cuenta que los osos son un producto que esos agentes no poseen, no controlan, y no producen, me da la sensación de que tal empresa incluye mucha incertidumbre.

1- La edad media de reproducción en una población.
2- Concepto teórico, complejo, y susceptible de variar en función de que el enfoque sea puramente demográfico o como en el caso contemplado también genético. Lo explico con más detalle a la vuelta de este enlace.
3- Decreto 9/2002, del 24 de Enero, de revisión del Plan de Recuperación del Oso Pardo en Asturias (pdf).

[Texto originalmente escrito para  – y publicado en – el entonces diario digital Asturias24]

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