Por Mario Quevedo, en Cantabricus
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Esta entrada, corta, no será muy informativa; la preparo a modo de pregunta.
Llevo tiempo enganchado al concepto “perturbación”.
Supongo que será consecuencia de buscarle sentido ecológico al declive de la población de urogallos en la Cordillera Cantábrica. Al menos en parte, que nunca necesité mayor disculpa para despistarme y perder eficiencia. También puede venir la fascinación tras ver los aparentes efectos de las perturbaciones, naturales y antrópicas, en esos altos. En cualquier caso, arrancaba la mañana abriendo otra vez un libro que me aporta compañía en estos asuntos:
Lee E. Frelich, 2002. Forest dynamics and disturbance regimes: studies from temperate evergreen-deciduous forests. Cambridge University Press
Va el libro de bosques, perturbación, y el negativo de esta, la sucesión ecológica1. Va de bosques templados, mixtos, del noreste de Estados Unidos. Y aquí empiezo a ir al grano: por qué leer sobre bosques caducifolios de USA, y no de Iberia; o incluso por qué en inglés y no en español.
Lo del inglés es mera consecuencia de la proporción: el 95%2 de la información decente que encuentro cuando busco términos científicos está en gringo.
Lo de los bosques foráneos, foriatos que decimos en la tierra de los míos, también. Por la razón que sea, es mucho más fácil aprender sobre otros bosques que sobre los que uno ve por la ventana. Y eso lleva al difícil ejercicio de extraer lo que hay de común en los relatos de la perturbación americana, australiana etc.
Y es difícil porque los sesgos anidan en casi todos. Me parece que tendemos a leer más lo que nos gusta, y a quedarnos especialmente con lo que nos interesa (una vez más apunto aquí al The Era of Management Is Over, y al The Art of Scientific Investigation).
Planteada la trama, dos preguntas:
1- ¿Existe en España un “refugio del idioma”? Entiendo el “refugio” como una barrera – permeable pero barrera al fin y al cabo – tras la que gestores, investigadores, charlatanes etc. escondemos nuestras agendas. De existir, explicaría al menos dos fenómenos habituales:
1.1, cruzar la barrera hacia el lado you treat me like a fool, bye bye daddy cool, y volver sólo con la parte preferida de los conceptos, con la esperanza de que la mayor parte de los receptores en el lado bien pagá, si tu eres la bien pagá3, decida confiar en el cronista y no prescindir de la barrera.
1.2, actuar en gestión de la conservación como si no existiese el otro 95% de la literatura del ramo, y como si el texto local de 1950 fuera la única sabiduría disponible. También en este caso con la esperanza de que el público no use Google Académico etc.
2- ¿Tiene arreglo? Esta pregunta es genuina. La anterior, por la prerrogativa de mi sesgo, admitirá en mi cerebro menos grados de libertad. Pienso por ejemplo con envidia en un medio que sigo desde hace unos años, The Conversation. En él encuentro, directamente y sin filtros ni intermediarios4, a los responsables de las investigaciones discutiendo los conceptos que practican (un ejemplo, y otro, y un tercero, de entre mis sesgos personales; podrás encontrar los tuyos). Por un lado recurre directamente a las fuentes, y por otro lado cuenta con personal que se ocupa del fact checking, de comprobar la veracidad de esas fuentes.
¿Podríamos tener algo así? Imagino que podría ocurrir una sucursal de The Conversation en España; académicos tenemos. Pero lo que pregunto es si podemos tener algo así en español. Ya sabéis, por aquello de la barrera.
Y es que “la barrera” parece dificultar el entendimiento y la gestión de asuntos tan importantes como la perturbación.
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Notas
1. Asunto que ya me flipó, entre la ingente necromasa del Begon, en los tiempos de estudiante de Biología, en los que solía flipar por asuntos mucho más próximos a las Humanidades…
2. Por decir algo; todavía no lo he calculado.
3. Hay muchas versiones; esta me parece especialmente buena. El daddy cool en cambio nunca fue bueno, pero tiene gracia.
4. No critico aquí ni propongo sustituir la divulgación o el periodismo: me gusten o no las noticias sobre ciencia, entiendo que es necesaria también esa capa de interpretación más o menos pública. Hablo de añadir servicios o modos de comunicación, no de sustituirlos.
El mayor parte de los gestores trabajan hoy con la experiencia que han ido acumulando en su territorio en una mano y con el sentido común en la otra. Sobre ellos, amenazante, el criterio político que toque en cada momento. Organizan seminarios (y similares) a los que invitan al sabio extranjero, por motivos estéticos. Aquí se practica una férrea «gestión autárquica» al grito de ¡Cava profundo, echa basura y cágate en los libros de agricultura! Poco importa en que idioma estén escritos dichos libros.
¿Tiene solución? Seguro. Ya lo decía mi abuela «Todo en esta vida tiene arreglo, menos la muerte».