Mario Quevedo, en Cantabricus
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Recientemente salia publicado un trabajín en el que unos cuantos nos preguntábamos si los posibles núcleos locales de urogallos, al menos tal y como los percibimos los humanos, mantenían conexión efectiva entre ellos. La Oficina de Comunicación de la Universidad de Oviedo se hacía eco del trabajo, en español. Y Juanma Pérez de Ana traducía también el resumen.
Apunto aquí alguna cosa que seguramente quede difuminada en resúmenes, y más aún en las interpretaciones de los mismos en prensa, siempre mucho más rápida, inmediata. Y es que los resultados en trabajos de investigación son casi siempre progresivos; adiciones pequeñas al cuerpo general de conocimiento existente, no sustituciones del mismo. Incluso cabe perfectamente la posibilidad de que las adiciones sean incorrectas, y deban ser sustituidas tras el escrutinio o trabajo posterior. Siempre que pienso en estas cosas me vienen a la cabeza un par de fragmentos de Leonard Cohen (ojalá que su poesía me aceche siempre):
And love is not a victory march, it’s a cold and it’s a broken Hallelujah [El amor no es marcha victoriosa, sino frío y roto Hallelujah]
There is a crack in everything. That’s how the light gets in [Hay grietas en todo. Así se cuela la luz].
A lo que iba, que me atrapa la dispersión: los resultados se refieren a un área de estudio concreta, elegida porque desde que empezamos a arrimarnos por allí hace varios lustros (con Alberto Fernández, Bea Blanco y Adán Abajo, entre otros), nos parece que mantiene una dinámica distinta al resto del rango de distribución de la población cantábrica de feisanes. Elegida también porque para un proyecto como el que llevábamos entre manos no nos valían las ausencias: sin muestras no había resultados. Necesitábamos presencia suficiente de pájaros, no esporádica. Ese área de estudio, bien mapeada en la figura 1 de una publicación anterior de libre acceso, cuenta con una cobertura forestal muy superior a la de otras zonas altas de la Cordillera Cantábrica. Incluye además bosques mejor conservados, seguramente porque nunca han sido particularmente accesibles (esto merecería más vueltas, a ver si hay manera).
Por tanto, la línea esencial de “mantenimiento de flujo genético suficiente”, para afirmar que los bichos nacidos en determinados núcleos locales siguen viéndose – íntimamente – con los nacidos en otros núcleos, se refiere sólo a ese área de estudio, y a su paisaje. Se refiere a que los pájaros nacidos en Las Gallegas de Muniellos parecen poder llegar a L.leitariegos; que los pitos de Hermo llegarán a los altos del Alto Sil, donde encontrarán urogatsos.
Ni más ni menos. No dice, porque no puede, que el flujo genético entre núcleos locales haya sido y sea suficiente entre Hermo y Lena, entre Ponga y Sajambre, etc.
Sí me parece razonable extrapolar estructuras de paisaje y resultados, en el sentido de que trabajos como este sirven para decir algo así como “con esta estructura de paisaje, con este porcentaje de cobertura conservado, con estas distancias entre parche de hábitat a priori favorables, el flujo genético se mantuvo. Degrada más, y no estará garantizado”. Hasta que el siguiente trabajo confirme, enmiende, o invalide.
Sabemos además estos días alguna cosa más; podemos estos días empezar a poner números a esas distancias máximas de movimientos entre parches de hábitat de urogallos cantábricos. No obstante, esas partes del Hallelujah deben pasar todavía por las muelas, carniceras y correctoras, del escrutinio externo.
Hasta entonces, alón.