Como toda la vida

Mario Quevedo, en Cantabricus
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El título de la entrada, o cualquier variación del mismo, es una forma habitual de expresar preferencia por maneras históricas de vivir, de comer, o incluso de alcanzar el equilibrio físico con el medio. Un arroz con bugre de los de toda la vida. Beber leche como toda la vida, etc.

“Como toda la vida” no existe.

No, no tengo problema alguno con algunas formas históricas de hacer las cosas, como no lo tendré con algunas no desarrolladas todavía. Algunas, digo, que el homicidio es de toda la vida, tradicional en muchos ámbitos. El problema con esto “de toda la vida” es que llama a engaño, de muchas formas. Una de ellas está conectada con otro término muy extendido hoy en día: sostenibilidad.

A ver si me explico con una gráfica prestada. Para esta última, me parecen particularmente útiles los datos de demografía humana de Naciones Unidas, referencia muy útil para discutir numéricamente de donde venimos, y dónde vamos. Numéricamente desde el punto de vista ecológico, claro; contando individuos. Para otras aproximaciones, Producto Interior Bruto, Índice Bruto de Felicidad, etc.

La imagen muestra datos, y predicciones. El eje vertical, el de la Y, dice “population (billion)”. En español diríamos miles de millones, no billones. Pero no es el número absoluto de humanos lo que más me interesa aquí; ahora vuelvo a eso. El eje horizontal, el de la X, muestra años desde 1950, y hasta 2100. Ese eje es el que separa los datos de los modelos y las predicciones. El punto de ruptura es 2017: sabemos cuanta gente había hasta el año pasado, sabemos como cambió la población hasta ese momento, y a partir de ahí, y desde 2017, predecimos lo que puede deparar el futuro. Claro que esto es técnica, no esoterismo ni profecía. Por eso de 2017 hacia el futuro florecen líneas en el gráfico, reflejando la incertidumbre. Cada línea representa un escenario concreto, cada uno más probable cuanto más próximo a la línea roja gordita, central.

Sitúate por favor en la gráfica, entre 1950 y 2020. Observa como las guías horizontales que salen del eje Y, el de población, son cortadas por la línea negra con un determinado ángulo. Ese ángulo es la pendiente de la curva, e indica cuanto cambia la variable Y (miles de millones de Homo sapiens) por cada cada cambio de X (años desde 1950). Podríamos medir con precisión ese ángulo, esa pendiente, pero creo que basta con observar que es bastante mayor que 0. Si tuviéramos que subir en bici por esa cuesta, andaríamos la mayoría “subiendo piñones” y, eventualmente, cogiendo un bus. Ese ángulo, esa pendiente, es mi pivote en esta entrada.

No existe “como toda la vida” mientras el ángulo de cambio poblacional humano sea mayor que cero. Cada año que pasa, lo de toda la vida debe soportar más humanos que el anterior. Si dejáramos todas las demás variables quietas, constantes, podríamos quizás hablar de hacer lo de toda la vida si el ángulo de la curva fuera aproximadamente igual a 0. Un ejemplo: recuerdo hace unos años una conversación casual al pié de un arroyo, en Caso, municipio del Oriente de Asturias, y en la vertiente Norte de la Cordillera Cantábrica. No recuerdo con precisión, ni hace falta, el contexto, pero alguien protestaba porque no se podían coger truchas como toda la vida se hizo (en cursiva la expresión literal). Como toda la vida había hecho aquella persona, se entiende, seguramente similar al toda la vida de los de su generación y origen geográfico. Sin entrar en cambios normativos, la combinación de pescar “como toda la vida” con la empinada cuesta demográfica humana implicaría – y está implicando – acabar con las truchas, y dejar sin lo de toda la vida a los futuros.

Diríamos en la cháchara de los tiempos que esa pesca no es sostenible, por mucho que sea de toda la vida.

Nada es simple cuando tratamos los cambios de la población humana, los efectos de esos cambios sobre el ambiente, y sobre la propia calidad de vida de humanos allí y aquí. Hay diversos matices importantes de cara a precisar el origen de los problemas y proponer soluciones. Uno, el incremento del consumo individual, eso de “la huella ecológica”, en muchos aspectos más problemático que el incremento de la población. Otro, la naturaleza del acto al que nos referimos con toda la vida: sacar truchas del río y manzanas de la pomarada son conceptos estables; las formas de hacerlo no lo son, y cambian hacia mayor eficiencia, mayor intensificación.

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