Not in my backyard, que soy retardista

Leía hace tiempo a un sabio que las redes sociales se usan, sin dejar que te usen ellas a ti. Sospecho que dedicando tiempo a este texto incurro en lo segundo.

Las cosas claras, si eres un defensor a ultranza del actual despliegue de plantas de generación de energía a partir de fuentes renovables, seré para ti un simple retrógrado. No encontrarás aquí reafirmación. Doy la pestaña por cerrada.

Más claras: me identifico a menudo con el «renovables sí, pero no así». Y el modo («así») puede contener la localidad, «aquí». Si eso me sitúa a tus ojos, sin más información, en el montón de los necesariamente simplistas, y/o necesariamente motivados por conflictos de intereses, doy la pestaña también por cerrada. No he dedicado la vida a aprender como para discutir ahora con tropa perezosa.

Un resumen – muy resumido – de cómo y por qué veo con preocupación el ritmo y modo del despliegue de renovables, está en este texto de The Conversation. Tengo más que discutir, y más aprendido desde entonces, pero como introducción vale. También alguna cosa en este blog de provincias, más informal, de andar por el chigre.

Al lío: leo en prensa digital – otra herramienta de las RRSS – que un director se marcó un «renovables sí, pero no así» en la ceremonia de entrega de premios del cine español. La verdad es que me sorprendió, pero tampoco le vi recorrido. Algo más tarde leo en mis redes sociales tanto opiniones favorables, como mixtas, como críticas. Es entre las críticas donde leo que el director en cuestión “es un ejemplo claro de Not In My Back Yard, NIMBY”.

Antes de ese episodio, y también en redes, personas con las que comparto inquietudes se preocupaban por una campaña que calificaba al movimiento preocupado por el rápido despliegue de renovables de retardista.

Quería poner aquí dos frases al respecto del NIMBY, y del retardismo. Oye, por si divierte darle alguna vueltina a las ideas, antes de apretar el botón rojo.

La idea NIMBY me la lanzaron en redes – dónde sino – hace ya bien de años, discutiendo sobre otros asuntos ambientales; y ya desde entonces me toca la gaita. Por floja, y esloganera. Si no te la has cruzado previamente, la premisa es que una persona Y se opone a una actividad X porque le resulta personalmente molesta. Esa persona Y no se preocupa de asuntos más generales, que contemplen el bien común que X aportará. Un ejemplo, un parque eólico en el cordal que cierra tu valle al sur. Te cambia el paisaje, te destripa los murcis, protestas. Otro ejemplo: 300.000 cabezas de ganado subvencionado en los altos de tu tierra. No hay plántula que libre, y te fastidia. La energía es necesaria, la proteína también; por qué van a tener que estar en el valle y altos de otros, te diría alguien esgrimiéndote un NIMBY.

Desde la ventana de casa. Ya ves que el asunto del backyard lo tengo ya cubierto.

Sí, estamos de acuerdo, algo de mérito puede en ocasiones tener la idea. Como suele pasar, lo malo puede ser abusar, prescindir de los matices, y simplificar las mentes de los que te discuten. Propongo una vuelta para evitar precisamente eso: si todas y cada una de las personas que debaten asuntos relacionados con el impacto humano sobre el medio natural dijeran “OK, pero no en mi barrio”, ¿qué pasaría?

Vete a saber.

Pero no se trata esto de saber, sino de elucubrar. Planteo que la promoción de dicho impacto humano se vería obligada a justificar mucho mejor el qué, y el cómo; el así y el aquí. Si realmente el impacto es necesario y por tanto asumible, terminaría cayendo en el valle de alguien, en el patio de alguien. YIYBY. Planteo que el proceso resultante habría evaluado mejor los pros y contras, y el resultado sería mejor para el bien común. Tardaría más, posiblemente. Sería retardista, como se dice al parecer en el metaverso contemporáneo.

Nada más lejos de mi intención que simplificar. Sé que para hacerse un NIMBY que merezca el término hay que tener patio, valle, o al menos el lujo de una situación lo suficientemente desahogada como para pensar en ello. Y eso no ocurre en muchos casos. Pero déjame opinar que a estas seudo-broncas de redes sociales accedemos los que tenemos un cierto margen de comodidad; algo de tiempo para ellas, algo de tiempo o energía para pensar en el patio, o en el valle. Es ese el contexto de mis letras, no otro.

Mencionaba justo arriba un término que no había oído hasta la semana pasada, pero que me resultó especialmente molesto. Por blando. Resulta que muchedumbres abrazan ahora la transición energética en redes sociales. Rápido, que el cambio climático llega, y nos va a pillar rajando en tuiter. Y si como el director de cine dices “sí, pero no así”, formas parte del pesado lastre conservador, que no deja que el progreso se asiente. Retardista.

Curioso. Llevo ya algún lustro enseñando profesionalmente el problema de la acumulación de gases de efecto invernadero al alumnado de Biología; el problema de las emisiones de óxidos de nitrógeno a la atmósfera; el problema de la retroalimentación de los ciclos biogeoquímicos, que se traduce en más emisiones indeseables; y como no, el problema de pérdida de riqueza biológica y sus principales motores. Y a pesar de llevar tiempo mirando por la ventana, no habían salido hasta hace nada todas esas personas – de ámbitos formativos y culturales tan diversos – a reclamar transiciones express.

A ver si no me explico mal: es estupendo que cale la concienciación sobre un problema grave, y que se mueva la sociedad, del uno al otro confín.

Pero me inquieta que esa prisa coincida con la de empresas energéticas, que presentan cientos de proyectos de construcción de plantas. No me consta que esas grandes empresas incorporen en sus estatutos el bien común, ni que discutan sobre NIMBY en sus consejos de administración. Cierto, qué se yo de esos consejos, pero me sigues. Me inquieta que esa prisa coincida con la desactivación normativa del proceso de evaluación ambiental para las grandes instalaciones de producción de energía a partir de fuentes renovables. Me inquieta que la guerra en las fronteras de la UE se use de catalizador para conceptos a priori relacionados con el progreso y el bien común (ver también el enlace previo).

Si nada de eso te inquieta, si no te choca, tu optimismo es envidiable.

No sé si se percibirá la relación: pensaba en estas cosas esta mañana, leyendo una buena noticia: “Doñana retrocederá medio siglo para deshacer “un disparate” y recuperar una entrada de agua vital para la marisma“. Dice un pasaje de esa noticia:

„Un auténtico “disparate ambiental”, a juicio de los ecologistas, pero que entonces se acometió en aras del progreso: desviar el cauce para ganar tierras de cultivo.“

Me imagino que por aquel entonces ganar tierras de cultivo era el bien común. Sería acuciante. Así se acometen los cambios importantes. Así también se cometen disparates; pero la inercia de la prisa te los esconde hasta mucho más tarde.

Termino: no es sencilla la tarea de seguir consumiendo al ritmo actual. No entro aquí en si siquiera es viable, con o sin renovables. Me conformaría con que las personas que depositan toda su esperanza en el actual modo de implantación de renovables no trataran a los escépticos como a un cartel de narcos, o de analfabetos.

Es improbable que la transición resultase menos ecológica.

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