Avispas asiáticas

Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Tiempo estimado de lectura: 6 min

Sí, la ya célebre y aparentemente temible Vespa velutina es originaria del continente asiático. Pero esta entrada – a pesar del título – no va de esa especie.

Sería a finales de Junio cuando una hija viene con cierto susto, diciendo que hay una avispa grande en su habitación. El padre al rescate se acerca, y profiere un juramento al ver un bicho sobre la ventana vasculante basculante (!), abierta sólo por arriba. El improperio supongo que contenía una mezcla de temor primigenio y admiración naturalista, ante el bicharraco aparentemente negro visto desde 3 metros, aparentemente grande visto desde cualquier sitio, volando aparentemente nervioso y amenazador. A continuación, el padre tira de su entomología de andar por casa, y profiere un «yo creo que es una avispa cazadora de arañas, hija». Por algo de chaval me regalaron el cartel aquel de «Avenida del Eterno Fantasma».

Dejando de lado la subjetividad cultural, no supe si la avispa estaba nerviosa, y no supe si nos amenazaba. Sí parecía claro que quería salir. Nos aproximamos a un metro: misma impresión, vuelo rápido, impaciente, contra el cristal. Estrecha cinturilla que conecta el abdomen – de donde salen los aguijones en caso de haberlos – con el tórax, donde se insertan patas y alas en los insectos. En un movimiento rápido, disfrazando duda de determinación, abrí la ventana del todo, y allá salió el bicho. Visto más cerca, resulta que tenía tonos rojo-anaranjados en el abdomen, y amarillo en el tórax. No supe concretar con la biblio disponible que bicho era.

Un par de días más tarde, veo otra ejemplar idéntico merodeando (sesgo intencionado) la misma ventana. Y al día siguiente, el pequeño me dice «hay una avispa en el suelo de tu habitación». Le pregunto si está muerta, y dice que al tocarla no se movió ¯\_(ツ)_/¯. Es el individuo que veis abajo (la avispa, no el pequeño). Bicho en mano, resulta ser Sceliphron curvatum, de la compleja y diversa familia Sphecidae. Grande y asiática, como Vespa velutina.

Foto terrible de un ejemplar de la misma especie aparecido muerto en el suelo de casa, también al lado de una ventana.

Foto – terrible, lo admito – de Sceliphron curvatum que apareció muerta en el suelo de casa.

A diferencia de V. velutina, este bicho no sale en prensa, no genera especial ruido en redes sociales, y no se usa para destacar la incompetencia administrativa frente a las especies invasoras. Yo diría que la diferencia estriba en que la especie en cuestión no afecta – que sepamos – a una actividad económica. Vespa velutina en cambio se come abejas domésticas; toca uno de esos servicios de los ecosistemas.

Estas espectaculares avispas se llevan también el calificativo invasoras; se lo asignamos a aquellas especies que cumplen determinados requisitos. Esencialmente, que hayan llegado de forma artificial a zonas no previamente incluidas en su rango de distribución, que se hayan establecido y expandido, y que formen poblaciones viables. El término tiene connotaciones peyorativas, y se presta al abuso; en biología, y fuera de ella. Las invasoras estrictamente definidas no son cualquier cosa; han pasado a formar la corta pero imponente lista de principales causas globales de extinción (enlace al capítulo de Simberloff en Conservation Biology for All; pdf 1.6 MB).

Unos días más tarde, ya a primeros de Julio, veo otra avispa en la habitación de la tropa; otra vez con la ventana abierta sólo por arriba. Abro del todo, y se va; sin agresión, sin agradecimiento. Esta vez veo también, en la base de la ventana, una araña verde, inmóvil. En mi casa, un cuarto piso mirando al sur en las afueras de Oviedo, hay arañas, y son esencialmente bienvenidas. Pero esta en concreto no debería estar ahí: es Araniella cucurbitina, un bicho muy chulo, propio de sitios con matorrales. Al cogerla, no se mueve. Y, sin embargo, ni está rígida ni ha perdido colores. Mirando un poco más me encuentro también otra araña, un saltícido en este caso, igualmente «fresco» pero inmóvil. Veo también salpicaduras de barro.

Paralized Araniella

Araniella cucurbitina, paralizada por Sceliphron curvatum

Resulta que las hembras de Sceliphron, mi avispa asiática, son efectivamente cazadoras. A diferencia del avispón asiático, son solitarias. Construyen celdas de barro en las que almacenan presas paralizadas para el futuro desarrollo de la larva que saldrá del único huevo depositado en cada celda. Una estrategia muy habitual en himenópteros, si bien el rango de presas y la modalidad varía muchísimo entre especies. Tipas duras, ¿eh? No obstante, esa estrategia cuenta a su vez con sus anti-estrategas: tanto avispas cuco, que aprovechan el nido y las presas para el desarrollo de su propia prole, como parasitoides.

Internet es la bomba, te lo cuenta casi todo, y en este caso te impulsa a buscar nidos de avispa por la litera, los recovecos, y la parte exterior de la ventana. Porque uno es un naturalista de esos, sí, pero tener potencialmente avispotes por casa… La búsqueda no dio fruto. Hasta hoy, dos meses y medio más tarde, cuando no buscaba nada.

Celdas de barro de Sceliphron curvatum

Celdas de barro de Sceliphron curvatum. Varias ya abiertas, otras todavía con la tapa intacta.

Abro esa hoja de la ventana que carece de manilla y por tanto se menea mucho menos, y veo el prao de enfrente. Es más tarde cuando de lejos – no hay nada como coger perspectiva – veo manchas grises en el marco superior de la ventana, que no encajan en el paisaje habitual. Son celdas de barro, individuales, la mayoría ya vacías. Decidimos, justa o injustamente, no sé, retirar las celdas de las dos ventanas colonizadas: 29 celdas de barro. La mayor parte de las larvas han pasado ya la metamorfosis obligada y abandonado el edificio, como el Elvis aquel. No obstante algunas pupas quedaban; veremos si conseguimos seguir el proceso restante.

Larva de Sceliphron curvatum.

Larva de Sceliphron curvatum.

Había también en el lote muchas arañas, mayoritariamente saltícidos. Algunas todavía visiblemente vivas, como el saltícido de la siguiente foto. Llama la atención este aparente exceso de aprovisionamiento: las larvas no parecen haber necesitado tanto esfuerzo cazador por parte de su madres.

Salticido sobre un fragmento de celda de barro de S. curvatum. Se aprecian los restos anaranjados de la funda de la pupa.

Saltícido paralizado sobre un fragmento de celda de barro de S. curvatum. Se aprecian los restos anaranjados de la funda de la pupa.

Estas avispas, como infinidad de otras especies invasoras de animales, plantas y hongos, no son mediáticas. No sabemos de hecho si tienen un impacto apreciable sobre las especies locales, aunque seguro que los saltícidos del barrio, si pudieran, trolearían en los comentarios de este blog, dando su interesada opinión. No sabemos tampoco si las especies locales de parásitos y parasitoides son capaces de atacar a Sceliphron, o si por el contrario sus principales enemigos se quedaron en Asia, permitiendo entonces densidades más altas de población, o proliferaciones más rápidas (HT a Mariajo Bañuelos por el comentario).

Lo que sí sabemos es que la homogeneización biótica es un problema más que serio. En el caso de las avispas de esta entrada, como en el caso de los ruidosos avispones asiáticos, la colonización asistida por el transporte de madera o mercancías no tiene fácil arreglo. En otros casos, los problemas los causamos a través del comercio de mascotas y plantas ornamentales, y deberían ser más corregibles. Para empezar, podemos prestar atención individual al asunto, y modificar la actitud como consumidores.

La próxima primavera estaremos atentos en mi casa a la más que probable reaparición de las fantásticas Sceliphron curvatum. Al fin y al cabo, y sin hablar avispo, apuesto a que las hembras pioneras no pidieron ser trasladadas desde su rango de distribución natural. Y sin su aparición en mi casa no habríamos aprendido los que en ella vivimos un poco más de historia natural – independiente del carácter autóctono, alóctono, invasor o invadido de la especie de turno.


PS: ¿Y cómo carajo llegan las avispas ahí, donde uno no se imagina que quepa nada? Resulta que una vez cerrada esa hoja de la ventana mientras la otra permanece abierta, situación habitual en mi casa, un orificio de unos 7 mm de diámetro da paso al túnel formado entre ventana y marco, donde la (o las) avispas construyeron sus celdas.

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Una pinza porta-filtro muestra el orificio por el que – presuntamente – las avispas entraban a montar sus celdas prenatales. Notad las salpicaduras de barro en la zona.

Actualización a 2015.11.08: 43 días después de retirar los nidos de la ventana y guardar los intactos en una alacena de mi cocina, esta noche han salido dos adultos. Uno era unos 5 mm más largo, y volaron con una hora de diferencia.

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2 respuestas a Avispas asiáticas

  1. LuisC. dijo:

    ¡Interesantísimo! Eso sí, a base de mirarme al dedo teorizante en vez de a la preocupante luna invasora, me ha venido a la cabeza que criaturas como esta son las que hicieron nada menos que a Darwin dudar nada menos que de Dios. Y creo que en estas macabras tragedias de fogueo reside el poder del hechizo que nos hizo naturalistas.

  2. mel dijo:

    Estupendo e interesante post, ¡gracias!

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